Excmo. Mons. Salvatore Joseph Cordileone Arzobispo de San Francisco
“Antes de formarte en el seno de tu madre, ya te conocía; antes de que tú nacieras, yo te consagré, y te destiné a ser profeta de las naciones” (Jer 1:5).
Resumen Ejecutivo
El joven Jeremías oyó al Señor hablarle estas palabras hace más de 2500 años. En estos tiempos en que vivimos, la lacra del aborto ignora la realidad de que el ser humano está hecho a imagen y semejanza de Dios, conocido y amado por él. Esta carta pastoral se dirige a todos los católicos, pero especialmente a los católicos de la vida pública, llamando a una profunda reflexión sobre el mal del aborto y sobre el significado de recibir la Santa Comunión, el Pan de Vida. Esta carta contiene cuatro puntos centrales:
1. La gravedad del mal del aborto: La ciencia enseña que la vida humana comienza en la concepción. El fin de la vida mediante el aborto hiere profundamente a la mujer y destruye los cimientos de una sociedad justa. El aborto es la “prioridad preeminente” porque el derecho a la vida es el fundamento de todos los demás derechos. Como católicos debemos ser la voz de los sin voz y de los sin poder; no hay nadie más indefenso que un niño en el vientre materno.
2. Cooperación en el mal moral: ¿Quién tiene la culpa cuando se produce un aborto? El aborto nunca es únicamente el acto de la madre. Los que matan o ayudan a matar al niño están directamente implicados en la realización de un acto gravemente malo. Quien presione o anime a la madre a abortar, quien pague por ello o proporcione ayuda financiera a las organizaciones que practican abortos, o quien apoye a los candidatos porque promueven la legislación pro-aborto, también cooperan en mayor o menor medida en un grave mal moral.
3. El significado de elegir recibir la Sagrada Eucaristía: La Iglesia ha enseñado sistemáticamente durante 2000 años que quienes reciben la Eucaristía están profesando públicamente su fe católica y se esfuerzan seriamente por vivir según las enseñanzas morales de la Iglesia. Los que rechazan la enseñanza de la Iglesia sobre la santidad de la vida humana y aquellos que no buscan vivir de acuerdo con esa enseñanza se colocan en contradicción con la comunión de la Iglesia, y en consecuencia no deben recibir el sacramento de esa comunión, la Sagrada Eucaristía. Todos fallamos de varias maneras, pero hay una gran diferencia entre luchar para vivir de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia y rechazar tales enseñanzas.
4. Las responsabilidades de los católicos en la vida pública: De los tres puntos mencionados arriba se sigue que los católicos destacados en la vida pública tienen una responsabilidad especial de dar testimonio de la plenitud de la enseñanza de la Iglesia. Además de su propio bien espiritual, también existe el peligro del escándalo: es decir, por su falso testimonio, otros católicos pueden llegar a dudar de la enseñanza de la Iglesia sobre el aborto, la Sagrada Eucaristía, o de ambas. Esto es cada vez más difícil en nuestra época. Todos estamos llamados a la conversión, no sólo los católicos destacados en la vida pública. Comprendamos lo que está en juego y trabajemos juntos en la construcción de una cultura de la vida. A los que necesitan escuchar este mensaje con claridad: Aléjense del mal y regresen a casa a la plenitud de su fe católica. Los esperamos con los brazos abiertos para recibirlos de vuelta con alegría.
Dado en San Francisco, el 1 de mayo de 2021 Memoria de San José Obrero