7 de noviembre de 2019
Pregunta Mónica de la parroquia San Rafael.
Antes de hablar sobre la veneración a los santos es importante destacar que los católicos afirmamos que solo el Señor Todopoderoso, creador del cielo y la tierra es el Dios verdadero en quien “vivimos nos movemos y existimos…”Hechos 17, 28 y es a quien le debemos nuestra adoración. Así lo deja claro el
primero de los Diez Mandamientos estableciendo que la adoración está reservada solo para Dios. En Deuteronomio 5, 7 el Señor le dice a su pueblo por medio de Moisés: “No tendrás otro dios delante de mí”.
Los católicos no adoramos a los santos y ángeles que están en el cielo, pero si los veneramos y los honramos. Esta es una distinción bíblica la cual nos instruye a “Dar a cada uno lo que le corresponde...honor a quien honor merece…” Romanos 13, 7. Y los santos merecen esta veneración y respeto porque ellos ya están en el cielo, frente a Dios y son la imagen gloriosa de Nuestro Señor, participando de la naturaleza divina de su gloria, sabiduría y autoridad.
Cuando respetamos y veneramos a los santos no le estamos quitando el honor a Dios. Al contrario, los santos son el trabajo perfecto de Dios, y cuando elogiamos la obra de los santos, los honores son para el creador porque estas personas alcanzaron la santidad siguiendo el camino de Dios.
La ocupación principal de la Iglesia es hacer nuevos santos y santas. La Iglesia tiene santos de todas las naciones del mundo, de diferentes condiciones sociales y de diferentes oficios de la vida diaria. Por ejemplo san Mateo, era un recaudador de impuestos, San Pedro un pescador, San José un carpintero,
san Agustín era un maestro y san Dimas un ladrón.
Los santos son nuestros verdaderos héroes y modelos. Ellos pasaron la prueba frente a los graves peligros, torturas, persecuciones, y particularmente el martirio. Fueron personas que amaron tanto a Dios que
estuvieron dispuestos a morir por él antes que negarlo.
San Pablo, en Gálatas 2, 20 nos ha dado la mejor definición de lo que es una persona santa, “con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí…”.
La Iglesia nos enseña que la mejor manera de honrar a los santos de Dios es imitando la fe que tenían en Nuestro Señor Jesucristo.
Mario Zúniga es diácono en la iglesia de Misión Dolores.