El padre Estefan Turcios, director Nacional de las Obras Misioneras Pontificias en El Salvador y director de la oficina de Derechos Humanos de la Arquidiócesis de San Salvador, en una entrevista en Washington, el 27 de diciembre. (FOTO CNS/TYLER ORSBURN)
Enero 13, 2019
Catholic News Service
WASHINGTON – Después de que la canonización de San Óscar Romero finalmente llegó a buen término, los salvadoreños y los admiradores del santo deben darle nueva vida aprendiendo acerca de él, reflexionando sobre cómo sus enseñanzas se aplican al presente y ayudando a otros en todo el mundo basándose en Su trabajo para poner fin a la injusticia y la exclusión, dijo el jefe de las Misiones Pontificias para El Salvador, la patria del nuevo santo.
“Tenemos que dar vida a sus palabras, a sus enseñanzas... a un rejuvenecimiento”, dijo el padre Estefan Turcios Carpano, quien habló con Catholic Catholic Service el 27 de diciembre durante una breve visita a Washington. Mucho se dice acerca de su asesinato, dijo el padre Turcios, que era un seminarista que vivía en el exilio en Ecuador cuando San Romero, entonces Arzobispo de San Salvador, fue martirizado mientras celebraba la misa el 24 de marzo de 1980. Y ciertamente, fue un símbolo de Iglesia bajo persecución, un salvadoreño que sufrió injusticias, calumnias y, en última instancia, una muerte violenta como muchos de sus compatriotas y mujeres. “Ahora, tenemos un desafío ... de transmitir su ternura, su cercanía con los pobres, los excluidos”, dijo el padre Turcios, del hombre que él conocía personalmente y a quien atribuye haber salvado su vida después de haber sido encarcelado y torturado injustamente. El Salvador durante seis meses en 1978. El entonces arzobispo Romero consiguió su liberación y lo envió a vivir con otro obispo en Ecuador para que estuviera a salvo. Este no es el momento de permanecer en un momento de celebración, dijo el padre Turcios, quien también es el director de la oficina de derechos humanos de la Arquidiócesis de San Salvador.