El padre José Corral, párroco de Nuestra Señora del Pilar en Half Moon Bay, en la procesión de entrada a la primera misa de mediodía en español, después de casi tres meses sin celebrar con público debido a la pandemia.
9 de junio del 2020
Lorena Rojas
Traer silla, máscara y desinfectante, fue un requisito para asistir de nuevo a las misas con público presente en la Iglesia Nuestra Señora del Pilar, en Half Moon Bay. Este fin de semana del 6 y 7 de junio la parroquia celebró misas con gran participación de fieles, después de casi tres meses de hacerlo sólo para transmisiones en vivo.
Los parroquianos siguieron con disciplina y obediencia las nuevas reglas después de COVID-19 para la congregación de grupos.
Para la misa en español del domingo 7 de junio a mediodía, había voluntarios en la entrada del estacionamiento, supervisando que los fieles llegaran con sus máscaras en los rostros y les rociaban desinfectante en las manos antes de entrar al área donde se congregaron.
El padre José Corral, párroco de Nuestra Señora del Pilar, aseguró que se hicieron los ajustes de higiene tal como lo pidió la arquidiócesis de San Francisco.
Como parte de los arreglos para seguir las medidas para evitar la transmisión del coronavirus, Nuestra Señora del Pilar celebró las misas públicas en una tienda en la parte de atrás de la iglesia, aumentaron de nueve a once misas los fines de semana para reducir la cantidad de fieles por misa, limitaron el tiempo de la celebración a un promedio de 30 minutos, entre otros ajustes.
A pesar de todas estas medidas, los parroquianos que llegan a las misas deben llevarse una forma, llenarla, firmarla y devolverla a la parroquia. En la forma se les da a conocer que la parroquia no se hace responsable si ellos no se cuidan y contraen el virus.
Es responsabilidad de toda persona adulta cumplir con las medidas de higiene, incluyendo el distanciamiento social. Sin embargo los miembros de familias que viven en la misma casa, si pueden estar cerca unos de otros durante la misa.
Para ajustar la duración de la misa dominical a 30 minutos se cantaron menos himnos de lo que se hacía antes de la pandemia en una misa dominical, no hubo la procesión con el pan y el vino, la homilía fue corta y la colecta no se recogió en las sillas, los parroquianos depositaron las donaciones en unas bolsas grandes colocadas frente al altar.
“Gracias a Dios que tenemos un espacio grandísimo para los carros y un espacio grandísimo afuera para la gente”, dijo el padre Corral.
“También estamos teniendo misas en la iglesia de lunes a sábado a las 8 a.m., después de la misa desinfectamos todas las bancas y las entradas a la iglesia. A esta misa están llegando unas 20 personas cada día y van a llegar más porque hay espacio suficiente”, agregó.
La comunión se sirvió tanto en la boca como en la mano. El padre Corral dijo que la guía de la arquidiócesis decía que se recomendaba la comunión en la mano, pero no como la forma exclusiva para recibir la comunión. “Si la diócesis me dice la pura mano (dar la comunión solo en la mano) yo lo hubiera exigido. Ya ve que hay mucha gente que es abierta y otra que no. Yo tengo muchos años de ser sacerdote, tengo mucho cuidado de que no se toque nada. Nosotros (los ministros de la Eucaristía) dijimos si sienten que tocaron la lengua inmediatamente vamos a lavarnos las manos, aquí tenemos tazones con agua y desinfectante”, aclaró el párroco de Nuestra Señora del Pilar.
El padre Corral, reconoció la gran generosidad de los feligreses de Nuestra Señora del Pilar enviando las contribuciones a la iglesia, aún durante el tiempo que no hubo misas públicas.
“Económicamente, la parroquia no se ha visto afectada, estamos bien, gracias a las contribuciones de nuestros parroquianos”, aseguró el padre Corral.
Florentina Villalobos es una parroquiana de Nuestra Señora del Pilar, de 65 años de edad. Ella se colocó la mascarilla en su cara, se cubrió la cabeza y el cuello con un rebozo y se fue a la misa de las 12 p.m. el domingo. Se mantuvo de pie durante toda la misa, alejada de otras personas. Así logró conseguir lo que más deseaba “volver a visitar la casa de nuestro Padre Celestial y pedirle por los enfermos, los contagiados con el coronavirus” y por los que, como ella, han perdido el trabajo y no pueden recibir el seguro de desempleo.
Afirma que se sintió segura durante la misa. “Hubo mucho orden, todo estuvo bien organizado y los feligreses fuimos obedientes”.
Aunque tenía dudas en ir a comulgar porque no se ha confesado en varios meses, pero hizo un acto de contrición ahí mismo y comulgó. “Cuando llegué a la casa me sentía llena de gozo, ni me acordaba de la enfermedad”, dijo Villalobos.
A pesar de las restricciones por la cuarentena, Villalobos ha recibido en su casa la ayuda espiritual de sus pastores de Nuestra Señora del Pilar, porque durante este tiempo los sacerdotes han visitado su vecindario caminando con el Santísimo cerca de las casas mientras los fieles desde la puerta de la casas de rodillas lo adoran, dijo ella.
Víctor Arriaga, su esposa Indelisa Contreras, su pequeño hijo Manuel y la suegra de Víctor, también de nombre Indelisa, fueron a la misa en español del domingo 7 de junio a Nuestra Señora del Pilar, fue la primera vez después de casi tres meses de no poder congregarse debido a la pandemia. “Fue muy bonito. Nos hacía mucha falta estar ahí”, dijo Arriaga.
Para él, “celebrar la misa afuera (en una tienda) se siente uno medio raro, porque uno está acostumbrado a la casa de Dios, al templo o la catedral, pero hay que empezar por algo. Es mejor ir poco a poco para no dar pasos muy grandes y tener que volver atrás”, dijo.
Arriaga se mostró flexible a los cambios. “Uno tiene que acostumbrarse a las medidas de higiene. Para los latinos es difícil el distanciamiento social porque nos gusta estar cerca y darnos la mano durante el saludo de paz, pero uno tiene que ajustarse a los cambios”, dijo.