30 de diciembre 2019
Pregunta de Bruno de la parroquia de San Bruno.
La ley de la Iglesia Católica requiere que los sacerdotes y obispos tomen el voto de celibato, pero los diáconos permanentes casados no tienen ese requerimiento. Los sacerdotes y obispos aceptan la disciplina del celibato libremente y de corazón para expresar su entrega y compromiso de servir a
Dios y al prójimo.
El celibato clerical, no es un dogma de fe sino una disciplina de la Iglesia Católica. Y se refiere especialmente al varón que con vistas a recibir el sacramento del Orden Sagrado, promete no contraer matrimonio y llevar por lo tanto una vida de castidad “celibataria”.
Así como en la vida religiosa el término “virgen” se refiere comúnmente a la mujer, el término “celibato” se aplica preferentemente a los varones.
Sin importar cuál sea nuestra vocación de vida: soltero, casado, vida consagrada, vida sacerdotal todos estamos llamados a la castidad. En palabras sencillas la castidad significa abstenerse de tener relaciones fuera del sacramento del Matrimonio.
Por ejemplo, para los casados, la castidad se ejerce manteniendo relaciones sexuales únicamente dentro del matrimonio, siendo fieles el uno al otro. Para los solteros la castidad se ejerce absteniéndose de prácticas sexuales propias de los casados.
Las siguientes cuatro razones, son las que generalmente se aplican para la práctica del celibato en los sacerdotes:
Primero, san Pablo hace notar que el celibato le permite a la persona más libertad de servir a Cristo. Renunciar a ser un padre de familia natural – y a las responsabilidades de ser padre de familia - le permite al sacerdote más libertad para servir a otros, y tener más tiempo para entregarse de corazón y totalmente así mismo al Señor.
Segundo, el sacerdote al renunciar a formar su propia familia natural para dedicarse a proclamar las buenas noticias del Evangelio de forma concreta, se convierte en un testigo de los sacrificios que Jesús pide de parte de alguno de sus seguidores.
“Y todo el que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o propiedades por causa de mi nombre, recibirá cien veces más y tendrá por herencia la vida eterna”, (San Mateo 19,29).
Tercero, el sacerdote que vive como una persona amorosa siendo un hombre célibe, está en realidad apuntando hacia la vida eterna, donde no habrá más matrimonio. Su vida es un testimonio en medio de las ocupaciones de la vida diaria y preocupaciones del mundo. Esa forma de unión con Dios es a la cual todos estamos llamados.
Cuarto, los sacerdotes por medio de su celibato están dando testimonio de Jesús mismo quien no contrajo matrimonio, lo que le permitió estar totalmente entregado a hacer la voluntad de Dios, sirviendo a otros.
En resumen, todos los ministros ordenados de la Iglesia, exceptuando los diáconos permanentes, son ordinariamente elegidos entre hombres creyentes que viven célibes, y que tienen la voluntad de abrazar libremente y guardar el celibato “por el reino de los cielos” (Mateo 19,12), y son llamados a consagrarse totalmente al Señor y a sus “cosas” y de entregarse enteramente a Dios y a su Iglesia.
El celibato es un signo de una vida nueva de servicio a la cual se consagra el ministro de la Iglesia y la aceptada con un corazón alegre y que anuncia de modo radiante el Reino de Dios.
ZÚNIGA es diácono en la iglesia de Misión Dolores.