7 de septiembre 2019
DIÁCONO MARIO ZÚNIGA
Para reflexionar sobre esta pregunta es importante acudir a la Biblia. El libro de Eclesiástico en el capítulo
3, versículos del 17 al 19 dice: “Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad, y te amarán más que al
hombre dadivoso. Hazte tanto más pequeño cuanto más grande seas y hallarás gracia ante el Señor”.
Más adelante el evangelista san Lucas en el capítulo 14, versículo 11 escribe las siguientes palabras de Jesús sobre la humildad “el que se engrandece a si mismo, será humillado; y el que se humilla será engrandecido”.
Después de esta introducción con las citas bíblicas sobre la humildad, queda firme la invitación de Jesús a tener un corazón manso y humilde.
Desafortunadamente, para la sociedad de hoy, la palabra humilde suena a humillarse, esta es una impresión equivocada del verdadero significado de lo que es la humildad.
Una persona, por menospreciarse a sí misma y a sus atributos físicos o intelectuales, no necesariamente, es humilde.
Opuesto a la humildad está la arrogancia, estas son las personas que se consideran superiores a los demás.
Ninguna de las dos posiciones es buena ni saludable para el espíritu.
Una persona es humilde porque no se considera superior a los demás. La humildad de una persona se nota en la forma de opinar, de hablar y de actuar.
Es tan importante esta virtud de la humildad, que si no existe humildad no puede haber santidad, y sin santidad nunca se va a alcanzar el cielo prometido.
Los santos y santas que veneramos en la Iglesia Católica fueron personas con una humildad extraordinaria. Por ejemplo san Juan Bautista quien le decía a la muchedumbre que lo aclamaban: “Viene otro, a quien yo no merezco ni siguiera desatarle las correas de sus sandalias”.
Y en las apariciones de la Virgen María, a lo largo de la historia se sabe que se le ha aparecido a gente humilde, como es el caso de san Juan Diego en México. Y en Portugal, la Virgen de Fátima se le apareció a tres humildes pastorcitos de ovejas Lucia, Jacinta y Francisco. Mientras tanto en Francia, la Virgen de Lourdes, se le apareció a una niña llamada Bernardita que andaba en busca de leña cerca de un río.
Se recuerda a los humildes y no a los arrogantes. Por ejemplo, a san Junípero Serra que vivió en esta tierra hace más de 235 años, a san Francisco de Asís que vivió hace más de 792 años, y a san Bruno hace más de 917 años entre otros. A ellos se les recuerda y son admirados a través de todo el mundo por su humildad como si hubiesen partido de esta tierra hace pocos años.
La humildad es una enseñanza fundamental del cristianismo, pues “Cristo, a pesar de su condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se humilló a sí mismo, y se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó, sobre todo y le concedió el nombre que esta sobre todo nombre”.