Febrero 10, 2019
Carlos Ayala Ramírez
Hemos conocido el mensaje del papa Francisco con motivo de la quincuagésima segunda Jornada Mundial de la Paz 2019. El mensaje se titula: “La buena política está al servicio de la paz”. Dos presupuestos teórico-prácticos sustentan este nuevo mensaje. El primero, está vinculado con la misión propia que deben tener los discípulos y discípulas de Cristo: están llamados a dar paz. “Y ese ofrecimiento se dirige a todos los hombres y mujeres que esperan la paz en medio de las tragedias y la violencia de la historia humana”. Segundo, se acentúa la necesidad de una “buena política” como vehículo fundamental para edificar la paz, la ciudadanía y la actividad del ser humano.
El mensaje advierte que, cuando los que se dedican a la política, no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción. En cambio, cuando la política se lleva a cabo en el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede convertirse verdaderamente en una forma eminente de la caridad.
Para el Obispo de Roma, el desafío de una buena política es proteger a cuantos viven en un determinado territorio. Es trabajar a fin de crear condiciones para un futuro digno y justo. Es practicar aquellas virtudes humanas que son la base de una buena acción política: “la justicia, la equidad, el respeto mutuo, la sinceridad, la honestidad, la fidelidad”. En esta línea, el Papa recuerda las “bienaventuranzas del político”, propuestas por el cardenal vietnamita François-Xavier Nguyễn Vãn Thuận, fallecido en el año 2002, y que fue un fiel testigo del Evangelio:
Bienaventurado el político que tiene una alta consideración y una profunda conciencia de su papel.
Bienaventurado el político cuya persona refleja credibilidad.
Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su propio interés.
Bienaventurado el político que permanece fielmente coherente.
Bienaventurado el político que realiza la unidad.
Bienaventurado el político que está comprometido en llevar a cabo un cambio radical.
Bienaventurado el político que sabe escuchar.
Bienaventurado el político que no tiene miedo.
Desde el espíritu de estas bienaventuranzas, el mensaje del Papa exhorta a que cada renovación de las funciones electivas, cada cita electoral, cada etapa de la vida pública, sea una oportunidad para volver a la fuente y a los puntos de referencia que inspiran la justicia y el derecho. De igual forma recalca que, la buena política, es aquella que está al servicio de la paz, respetando y promoviendo los derechos fundamentales de las actuales y futuras generaciones.
En este sentido, el papa Francisco ha sido reiterativo en la necesidad de fomentar la “buena política”, el “buen político” y la “buena ciudadanía” como condición de posibilidad para que haya paz social y se enfrenten los vicios que amenazan constantemente este ámbito fundamental de la convivencia humana. Al respecto, en el mensaje se habla de graves anomalías que socaban el ideal de una democracia auténtica y ponen en peligro la paz social. Esto es, “la corrupción — en sus múltiples formas de apropiación indebida de bienes públicos o de aprovechamiento de las personas—, la negación del derecho, el incumplimiento de las normas comunitarias, el enriquecimiento ilegal, la justificación del poder mediante la fuerza o con el pretexto arbitrario de la ‘razón de Estado’, la tendencia a perpetuarse en el poder, la xenofobia y el racismo, el rechazo al cuidado de la Tierra, la explotación ilimitada de los recursos naturales por un beneficio inmediato, el desprecio de los que se han visto obligados a ir al exilio”.
Ahora bien, volviendo a la “buena política” como condición necesaria para la consecución de la paz, el Papa destaca dos cualidades especiales que debe caracterizarla: favorecer la participación de los jóvenes y la confianza en el otro. Señala que, “cuando el ejercicio del poder político apunta únicamente a proteger los intereses de ciertos individuos privilegiados, el futuro está en peligro y los jóvenes pueden sentirse tentados por la desconfianza, porque se ven condenados a quedar al margen de la sociedad, sin la posibilidad de participar en un proyecto para el futuro”. Por el contrario, “cuando la política se traduce, concretamente, en un estímulo de los jóvenes talentos y de las vocaciones que quieren realizarse, la paz se propaga en las conciencias y sobre los rostros. Se llega a una confianza dinámica, que significa ´yo confío en ti y creo contigo´ en la posibilidad de trabajar juntos por el bien común”.
Para el obispo de Roma, la auténtica vida política se renueva con la convicción “de que cada mujer, cada hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales”. De ahí que sea necesario relanzar la práctica de la buena política, su independencia, su capacidad específica de servir al bien público, de actuar de tal manera que disminuya la inequidad. “Hoy más que nunca – proclama el mensaje - nuestras sociedades necesitan ´artesanos de la paz´ que puedan ser auténticos mensajeros y testigos de Dios Padre que quiere el bien y la felicidad de la familia humana”.
La paz social, pues, requiere de una buena política, y ésta parece ser, de acuerdo al mensaje papal, el instrumento más adecuado para su construcción. Buena política, concluye el mensaje, es la que posibilita las tres dimensiones inseparables de la paz. Es decir, la paz con nosotros mismos (rechazando la intransigencia, la ira, la impaciencia); la paz con el otro (el familiar, el amigo, el extranjero, el pobre, el que sufre); y la paz con la creación (redescubriendo la grandeza del don de Dios y la parte de responsabilidad que corresponde a cada uno como habitantes del mundo, ciudadanos y artífices del futuro).
En este nuevo mensaje, el papa Francisco ha vuelto al tema de la buena política, tan urgente y tan necesaria para la sociedad actual. Ella, puede ser un lugar propicio para servir a los otros y con los otros, en cuanto tiene como propósito el bien común. Ahí, se tiene la posibilidad de incidir directamente en la humanización de la sociedad mediante el cultivo de la justicia y el derecho. Dos valores éticos exigidos por una paz auténtica
Carlos Ayala Ramírez es profesor de la Escuela de Liderazgo Hispano de la Arquidiócesis de San Francisco, profesor del Instituto Hispano de la Escuela Jesuita de Teología de la Universidad de Santa Clara y docente jubilado de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de El Salvador