Amy Stewart habla durante una discusión en la iglesia San Ignacio en San Francisco, sobre la solidaridad con las familias migrantes separadas el 12 de octubre.
22 de octubre de 2019
Lorena Rojas
Amy Stewart sabe muy bien lo que significa la solidaridad. Ella junto a un grupo de parroquianas de la iglesia San Ignacio, la iglesia del campus universitario de la Universidad de San Francisco USF, en San Francisco, trabaja por una comunidad de familias salvadoreñas para que no tengan que migrar y sufrir los estragos de la separación de sus familias y de sus raíces.
Stewart, es voluntaria en el ministerio Vecinas de El Salvadores, un grupo social de San Ignacio que ayuda a la parroquia hermana, San Antonio en Soyapango en San Salvador.
“Reunimos fondos aquí para apoyar ministerios de la parroquia allá, como entrenamiento en el campo social, porque el desempleo allá es muy alto” dice Stewart. Asimismo ayudan con becas de educación, talleres sobre trabajo, manualidades, envió de computadoras y apoyo a las iniciativas que generen oportunidades de trabajo.
Desde el principio vimos la conexión entre una reforma migratoria y lo que estamos haciendo en El Salvador. Pero sobre todo Vecinas de El Salvador desde su visión jesuita quiere “ayudar a la gente a mejorar la vida allá, en su país, donde ellos quieren estar”, dijo esta parroquiana de San Ignacio.
Stewart participó de la misa de solidaridad por las familias migrantes, el sábado 12 de octubre en San Ignacio y de la proyección del documental How the Family Separation Traumatizes Children, (Como la Separación de la Familia
Traumatiza a los Niños) también participó en la discusión entre los presentes sobre cómo ser solidarios con los migrantes que llegan a Estados Unidos. Ella tuvo mucho que aportar partiendo de su experiencia solidaria con esta comunidad salvadoreña.
La misa de solidaridad y la proyección del documental, busca llamar la atención sobre como solidarizarse con a las familias que no han tenido la suerte de encontrar un grupo de apoyo como Vecinas de El Salvador y que por inseguridad y pobreza tienen que emigrar a Estados Unidos.
Muchas de estas familias sufren primero la separación de sus raíces, de su comunidad y luego al ingreso a EE.UU. otra separación aún más dolorosa, la de los seres queridos que han traído con ellos; peor aún la separación de sus niños.
Otro propósito de estos eventos en San Ignacio es motivar a los parroquianos a comprometerse en algún proyecto solidario con estas familias que sufren, entre ellas Anita, la protagonista del documental.
Anita es una joven hondureña a la cual en la frontera entre México y Estados Unidos la separaron de su niño Jenri. “No me quedaba de otra que salir de mi país, pero no me imaginé que mi hijo iba a venir a sufrir tanto… se lo llevaron a la “hielera” (centro de detención temporal de la Patrulla Fronteriza), narra esta madre durante el documental.
El documental termina con la reunificación de Anita y Jenri y su partida hacia Carolina del Norte a reunirse con el papá del niño. Pero este final aparentemente feliz no es enteramente así, los niños siguen cargando con el trauma de separación, y muchos inocentes mueren en el camino.
Durante los eventos de solidaridad en San Ignacio, yacían al pie del altar las fotos de los niños que han muerto en los últimos meses por problemas de salud que se presentaron durante la migración o durante la separación en la frontera.
La política de la actual administración de “Cero Tolerancia” de abril de 2018, ordena el enjuiciamiento penal en todos los casos que involucren ingreso ilegal a los Estados Unidos, lo cual ha contribuido a que unos 2.654 niños migrantes hayan sido separados de sus padres o guardianes, de acuerdo a los datos mostrados durante la presentación en San Ignacio.
Los niños continúan siendo separados de sus familias.
La discusión sirvió para que los presentes pudieran explorar diferentes formas de solidaridad con las familias migrantes separadas, entre ellas conocer de programas como el que lidera Amy Stewart que va más enfocado en prevenir la migración de centroamericanos y ayudarlos a desarrollarse en
su propio país.
Pero también a promover programas comunitarios como lo sugirió Teresa Cariño, una empleada de la parroquia San Ignacio, quien ve en la comunidad un semillero fecundo para ayudar a las familias migrantes.
“Trabajemos juntos como comunidad” por estas familias, pues “la comunidad pertenece a todos juntos y tenemos que trabajar juntos” dijo Cariño.
Para la doctora Evelyn Rodríguez, profesora de sociología de la USF quien presentó el tema en San Ignacio y compartió su experiencia como voluntaria en la frontera entre Estados Unidos y México, la solidaridad puede ir desde un compromiso simple hasta esfuerzos muy complejos, todo dependiendo de las posibilidades de cada quien.
Rodríguez destacó el trabajo solidario de la abogada que aparece en el documental, una mujer que ayudó a Anita a reunirse con su niño, haciendo un trabajo que requiere además del conocimiento técnico en materia legal de un gran compromiso de solidaridad envuelto en valentía para luchar con coraje por la reunificación de las familias.