6 de febrero de 2020
Pregunta de Felicita Ramos de la parroquia de San Bruno.
La repuesta breve es no. En los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas, Jesús habla del pecado en contra del Espíritu Santo, el cual nunca será perdonado en esta vida ni en la próxima.
“El que blasfema contra el Espíritu Santo no tendrá perdón nunca, antes bien será reo de pecado eterno”, dice Marcos 3,29.
La misericordia de Dios no tiene límites, sin embargo quien se niega deliberadamente a recibirla mediante el arrepentimiento, rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo, lo que conduce a la condenación final y la perdición eterna por su endurecimiento.
San Agustín, santo Tomás de Aquino y muchos otros santos, piensan que Jesús al decir que el “pecado en contra del Espíritu Santo no será perdonado”, se referían a la falta arrepentimiento de los pecados graves, incluso al momento de la muerte.
Ellos concuerdan en el criterio de que no arrepentirse de los pecados graves es un rechazo total y final a la ayuda que ofrece el Espíritu Santo para poder vencer el pecado y vivir en estado de gracia con Dios.
Esto quiere decir que quien consciente, deliberada y maliciosamente rechaza la ayuda del Espíritu Santo, es una persona que comete pecado contra el Espíritu Santo.
Como dice santo Tomás de Aquino, muchos regalos del Espíritu Santo están destinados a ayudarnos a evitar el pecado en nuestras vidas.
Por ejemplo, el don de la esperanza nos guarda de caer en la desesperación. Cuando una persona pierde la esperanza, o se rehúsa a reconocer la majestad y el poder de Dios, está manifestando que no necesita del Espíritu Santo. La negación del Espíritu Santo pone al ser humano en el problema espiritual más profundo.
Cuando se llega a ese nivel de rechazo es imposible el arrepentimiento, porque no hay humildad para admitir que ha pecado y que necesita arrepentirse.
Dios no predestina a nadie a ir al infierno. Si una persona se condena es porque tiene una aversión voluntaria contra Dios hasta el final de su vida, lo cual es un pecado mortal.
Sin embargo la Iglesia no cesa de implorar por la conversión de las almas. En la liturgia eucarística y en las plegarias diarias de los fieles, la Iglesia implora la misericordia de Dios.
Si hemos pecado, es importante recordar que Dios, nuestro Padre está siempre esperándonos con los brazos abiertos para darnos la bienvenida, y el Espíritu Santo está siempre listo para ayudarnos a dar ese paso de regreso.
Esta es una promesa de Jesús: “Al que pide se le dará, al que toca se le abrirá, el que busca encontrará”.
ZÚNIGA es Diácono en la iglesia de Misión Dolores.