Una mujer recibe la unción en la frente, durante la misa por los enfermos en la Catedral Santa María el 2 de febrero. (Foto Dennis Callahan/Catholic San Francisco)
Febrero 24, 2019
Araceli Martínez
Hace tres años que Rosa Gallardo, una ministra de la eucaristía de la Iglesia de San Pedro, decidió convertirse en voluntaria para el cuidado pastoral y eucarístico de los enfermos en el Hospital General de San Francisco.
“Soy una persona con problemas de salud que toda mi vida, me la he pasado en hospitales”, dice. Así que ella vio de primera mano, la necesidad de una palabra de aliento y esperanza para los pacientes.
“Muchos enfermos están solos en este país. No tienen con quien platicar. Cuando nosotros vamos y los visitamos, se motivan mucho. Les llevamos luz, consuelo y esperanza para que sientan que no están solos, que Jesús está con nosotros”, dice Rosa.
Durante la misa por el Día Mundial de los Enfermos celebrada el 2 de febrero en la Catedral Santa María de la Asunción de San Francisco, cuyo principal oficiante fue el arzobispo de San Francisco, Salvatore J. Cordileone, tuvo lugar la consagración de enfermos.
El evento fue patrocinado por la Orden de Malta, con la intención de que las personas enfermas pudieran experimentar durante la celebración un momento especial de compartir y de oración. “Todos debemos ver en el hermano o hermana enfermo, la cara de Cristo”, dijeron.
El obispo auxiliar Robert F. Christian dijo durante su homilía, que celebraban un sacramento instituido para quienes han llevado una vida como católicos, pero cuyo sufrimiento los puede hacer dudar de Cristo y toda la historia de su llegada al mundo para ayudarnos a escoger su reino.
“Recuerdo haber visitado a una enferma, que me sorprendió cuando me dijo que no podía orar como ella solía hacerlo porque tenía mucho dolor. Ella había llevado una vida tan espiritual, que me sentí en confianza para decirle que podía ofrecer su sufrimiento a Dios como una oración y que eso era muy poderoso”, dijo el obispo.
También pidió agradecer y orar a Dios por las personas que ayudan y cuidan a los enfermos.
Rosa dice que los pacientes le cuentan que se sienten tristes porque muchas veces, su familia e hijos, no los visitan.
“Muchas veces, lloran y me abrazan”, dice.
Platica que cuando se presenta con los pacientes, los saluda con gozo, y les dice que es una voluntaria del Ministerio para los Enfermos de la Arquidiócesis de San Francisco.
“Doy la comunión a las personas que lo necesitan, hacemos oración, rezamos el rosario, leemos la biblia o les llevo alguna estampita. Muchas veces, quieren platicar de sus problemas. A veces quieren confesarse antes de tomar la eucaristía, o quieren ver a un sacerdote”.
A los pacientes no solo les preocupa que no vaya nadie a visitarlos, sino también no hablar inglés y no poder comunicarse con el personal del hospital.
“A veces cuando me ven llegar, me preguntan, si ya se van a morir. Piensan que por eso vamos a visitarlos. Les explico que simplemente es un ministerio para los enfermos por si necesitan una palabra de aliento y consuelo”, comenta.
Bertha quien nació con hemofilia y en México fue desahuciada por completo, dice que con facilidad se deprime, pero el compromiso de ser voluntaria para los pacientes del Hospital General de San Francisco, le da fuerzas.
“Sigo con mi problema de salud, pero estoy controlada con todos los beneficios que he recibido en San Francisco. Pienso que Dios me puso en este ministerio”, comenta.
Lo que es más, confía que le da mucha satisfacción cuando ve que los enfermos se llenan de amor cuando les hace una oración. “Ellos se sienten fortalecidos. Muchos son católicos que tienen años de no pararse en una Iglesia, pero después de la oración, me dicen que van a ir a la parroquia a saludarme cuando se alivien”.
Un caballero del ministerio católico de la Orden de Malta, ayuda a una señora, el día de la misa por los enfermos, el 2 de febrero, en la Catedral Santa María de la Asunción. (FOTO Dennis Callahan/Catholic San Francisco)
El padre Francis Huang, encargado en la Arquidiócesis de San Francisco del ministerio de los enfermos, dijo que son nueve personas las que se turnan para visitar a diario entre 32 a 50 pacientes católicos del Hospital General de San Francisco.
“Los voluntarios son cuatro hermanas de las Misioneras de la Caridad de Santa Teresa, un diácono y cuatro mujeres de la comunidad “, dice el padre.
Ser voluntario y llevar la eucaristía a los enfermos, lleva un proceso. “Se requiere darles entrenamiento sobre las reglas y regulaciones del hospital, enseñarles cómo lidiar y tratar a un paciente; y se les orienta sobre cómo administrar sacramentos y la eucaristía, cómo escucharlos y conectar con ellos, la familia y el sacerdote”, explica.
Además se hacen evaluaciones médicas del aspirante a ser voluntario. “Se lleva varias semanas para que el hospital, les puedan dar una tarjeta que les permita convertirse en voluntarios”, puntualiza.
El padre Francis, dice que servir a los enfermos es muy satisfactorio. “Cuando les preguntó a los voluntarios, por qué escogieron serlo, dicen que porque su vida es más feliz. La vida es dar, dar es amor, y Dios es dar”, expresa.
El sacerdote considera que el paciente necesita la eucaristía y las oraciones. “Ese tiempo con el voluntario que va a visitarlos, es precioso”, precisa.
Rosa es voluntaria dos veces a la semana del Hospital General de San Francisco. Las personas interesadas en ser voluntarias para llevar la eucaristía a los enfermos, pueden contactarla al número telefónico: 415-574-6810.
“Necesitamos bastante gente. Este mes vamos a tener un nuevo entrenamiento. Muchas veces, las personas después de tomarlo no se quedan porque están ocupados con el trabajo, o porque no se quieren ponerse la vacuna para la gripa, un requisito del hospital para poder ser voluntario”, dice.
El arzobispo Cordileone unge con aceite a un hombre en las manos durante la misa por los enfermos. (Foto Dennis Callahan/Catholic San Francisco)