El diácono Benjamin Rosado. Uno de los dos nuevos
sacerdotes de la arquidiócesis cuando será ordenado el 1 de
agosto a las 10 a.m.en la Catedral de Santa María. Para sus
primeras asignaciones parroquiales, el Arzobispo Cordileone
nombró al diácono Rosado en la parroquia San Mateo, San
Mateo. El diácomo Ian Quito quien será ordenado el mismo
día va a servir en la iglesia del Monte Carmelo en Redwood
City. (Fotos cortesía de Catholic San Francisco).
23 de julio del 2020
Nicholas Wolfram Smith
Para el diácono Benjamín Rosado, nativo de Daly City escuchar el llamado de Dios al sacerdocio en el 2005
fue una sorpresa. Era un feligrés de la iglesia San Thomas More en San Francisco y estudiante de negocios
internacionales en Skyline College en San Bruno y no estaba seguro qué hacer con su vida, cuando sintió
por primera vez que Dios lo invitaba a considerar el sacerdocio.
“Escuché una voz suave y apacible en mi corazón y fue Dios invitándome, preguntándome si estaría
dispuesto a ser sacerdote y eso salió de la nada. La idea del sacerdocio realmente no estaba en mi radar",
dijo.
El discernimiento del sacerdocio cambió la dirección de mi vida, dijo el diácono Rosado. Se contactó con la
oficina de vocaciones arquidiocesanas para descubrir los próximos pasos para comenzar la formación
sacerdotal, y aunque pasarían años antes de ingresar al seminario, se sintió seguro de que estaba en el
camino correcto para responder al llamado de Dios.
El diácono Rosado dio crédito a dos sacerdotes en particular por ayudarlo a discernir su vocación, su
director espiritual, el padre José Vito Perrone de la orden Contemplativo San José y su párroco en la iglesia
St. Thomas More, Mons. Labib Kobti, quien un día inesperadamente le dijo que sería un buen sacerdote.
Momentos como ese le ayudaron, dijo porque el llamado interior que sintió se reflejada en otros que lo
estaban alentando a perseguir lo mismo.
Diácono Rosado dijo que leer y estudiar la Biblia diariamente había sido importante para desarrollar su fe
porque "me ayudó a saber quién era Dios y a qué nos estaba llamando", dijo.
La adoración eucarística también ha sido una parte integral de su vida espiritual, ayudándolo a aprender a
escuchar a Dios a "sentarse y disfrutar de su santa presencia y familiarizarse con esa paz que proviene de
él, ese amor que quiere derramar sobre nosotros".
El Diácono Rosado dijo que espera servir como sacerdote en la parroquia San Mateo, en la ciudad de San
Mateo donde ha sido asignado, y espera modelar el liderazgo de servicio en su trabajo pastoral.
“Veo a la gente de la iglesia como los propios hijos de Dios. Y él nos ha elegido a mí y a otros sacerdotes
para servirles y caminar con ellos, gracias a Dios, por darles estos poderosos momentos de gracia; los
sacramentos y la oración".
El diácono Ian Quito dijo que recuerda claramente la primera vez que se sintió atraído por el sacerdocio.
Al crecer en Pampanga, Filipinas, era un adolescente cuando fue tocado durante la homilía de una misa
escolar que ofreció un sacerdote.
"No pudo recordar el contenido de la homilía, pero me sorprendió la forma como la ofreció, muy bonita y
la forma en que celebró la misa". La reverencia y el amor por la misa que vio allí lo llevaron a desear el
sacerdocio también, dijo.
El diácono Quito ingresó al seminario en Filipinas en el 2009, pero tuvo que interrumpir sus estudios
cuando su familia emigró a los Estados Unidos en 2014. Ingresó al Seminario de San Patricio como
seminarista de teología de primer año.
Ser sacerdote se puede resumir en una palabra, "presencia", dijo. Sacerdocio significa "estar presente para
Dios totalmente y estar presente para su pueblo, así como Jesús está realmente presente en la Eucaristía",
dijo.
El diácono Quito dijo que como sacerdote, espera dedicar mucho tiempo a escuchar confesiones. La
confesión es donde la gente confiesa sus pecados, dijo, pero también es un ministerio de encuentro donde uno escucha las situaciones y experiencias de otras personas.
"Eso es lo que quiero hacer en mi sacerdocio, estar realmente presente y escuchar las situaciones, experiencias, problemas y pecados de las personas, y estar allí para acompañarlos", dijo.
También espera aprender más sobre sus feligreses en la iglesia Nuestra Señora del Monte Carmelo en Redwood City, donde ha sido asignado. "Me encantaría saber quiénes son, sus nombres, sus familias, sus situaciones y acompañarlos para que puedan encontrarse con Dios en medio de problemas y dificultades, alegrías y triunfos en sus vidas".
El diácono Quito dijo que el cierre debido al coronavirus, que cerró prematuramente su último año en San Patricio, le trajo mucha incertidumbre y ansiedad, pero también fue una lección importante para su sacerdocio al depender de Dios. "Me di cuenta que al final del día, en medio de estas ambigüedades lo que queda o quién permanece es realmente Dios mismo", dijo.
"El Dios que me llamó cuando era joven, esa misma voz todavía me llama hasta este mismo momento".