En el Evangelio de San Mateo 18, 21-22, Jesús nos da la respuesta. Debemos perdonar “setenta veces siete”, esto
quiere decir ¡siempre! También nos da un mandato clarísimo en Mateo 5, 38-48 donde se nos dice que amemos y
perdonemos a nuestros enemigos. Y que no odiemos, ni guardemos rencor, ni nos venguemos de nuestro
hermano. Se nos insta a hacer el bien y orar por los que nos odian, imitando a nuestro Padre celestial, que hace
salir el sol y manda la lluvia sobre buenos y los malos. También se nos aconseje amar a los que nos aborrecen, nos
maldicen y difaman. Jesús nos da las instrucciones como perdonarlos.
Lo que el Señor quiere es que perdonemos para que seamos perdonados. El verdadero perdón rechaza la
revancha y los resentimientos, ambas actitudes están prohibidas en la Biblia. El padrenuestro nos enseña lo
contrario “perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden…”
A algunos les gustaría rezar solamente la primera parte de la oración “perdona nuestras ofensas” pero no la
segunda parte, “como perdonamos a los que nos ofenden” porque perdonar no es fácil en un mundo que enseña
que si alguien nos hace mal, hay que buscar como vengarse. Además que perdonar se considera una debilidad.
Pero perdonar al que nos ofende es una de las siete Obras de Misericordia Espiritual.
Jesús nos invita a amar a nuestros enemigos hasta convertirlos en amigos a través del trabajo por la paz. Y nos
invita a orar para que las personas que no están haciendo el bien se conviertan y se arrepientan sinceramente del
mal que hayan hecho. Una vez que el pecado ha cesado, la persona mala ya no existe porque es una persona
nueva en Cristo.
El perdón total involucra el elemento importante de la oración, para que las bendiciones de Dios lluevan en la vida
de la persona que le ofendió. Orar por la persona que nos ofendió puede ser una muestra de que ha perdonado
de corazón y no solamente de boca para afuera.
Algunas veces existe la tendencia de orar, desear, o tener la esperanza de que las personas que nos han hecho
algún daño sufran y reciban un castigo doble o triple de lo que nos hicieron. Pero en lugar de esto debemos de
orar y desear que estas personas no nos vuelvan a hacer daño ni a nadie más y no merezcan el castigo. Esto es
amar al prójimo.
Efesios 4:32 dice: “Sean atentos y compasivos, perdónense el uno al otro así como Cristo nos perdona”. Perdonar
totalmente a alguien significa desprenderse de las amarguras, resentimientos y sed de venganza.
Así como Dios perdona a las personas sin aprobar el mal que hayan hecho. Nosotros también, tenemos que
aprender que perdonar a las personas no implica de ninguna manera estar de acuerdo con sus actos malos.
Perdonar y despojarse de cualquier resentimiento se logra abriendo la puerta al Espíritu Santo para que habite en
nuestro corazón y nos dé los bellos frutos del amor, la alegría, y la paz.
Perdonar a alguien a quien no le hayamos hablado por mucho tiempo podría ser el mejor regalo que le demos a
Dios, el mejor regalo que le demos a nuestro prójimo, y el mejor regalo que nos demos a nosotros mismos.