El cardenal Roger Mahony, arzobispo emérito de Los Ángeles bendice el ataúd del cardenal William J. Levada en la plaza de la Catedral de Santa María después de la misa fúnebre del cardenal el 24 de octubre. El cardenal que murió inesperadamente el 26 de septiembre, fue recordado por su
entrañable amor a la Iglesia y a todos con quienes se relacionó. A la izquierda del cardenal Mahony se ve al arzobispo emérito de Filadelfia, el cardenal Justin Rigali, y el arzobispo emérito de Washington, D.C., el cardenal Donald
Wuerl. (Foto Dennis Callahan / Catholic San Francisco)
3 de noviembre de 2019
CATHOLIC SAN FRANCISCO
El cardenal William J. Levada fue recordado como amigo, miembro de la familia, pastor y clérigo que estaba presente con Cristo y con otros "desde lo más profundo de su ser".
El don del cardenal Levada de estar presente era evidente en todo lo que hizo, pero quizá su mayor resplandor fue su intensa concentración en la preparación la hostia en la misa, dijo el arzobispo John C. Wester de Santa Fe, Nuevo México, durante la homilía en la misa fúnebre del cardenal, el 24 de octubre en la catedral de Santa María en San Francisco.
"Me conmovía como preparaba la hostia, la expresión de su rostro", dijo el arzobispo Wester, quien fue obispo auxiliar de San Francisco.
"Él estaba presente ante la presencia real, y estaba tocando el rostro del Cristo resucitado y él lo sabía".
El cardenal Levada de 83 años, quien se desempeñó como arzobispo de Portland, Oregón y de San Francisco antes de que el papa Benedicto XVI lo nombrara para dirigir la oficina doctrinal del Vaticano en el 2005, murió inesperadamente en Roma el 26 de septiembre.
Citando el Evangelio de Juan, el arzobispo Wester enfatizó que el cardenal Levada traía un enfoque encarnativo a todas sus relaciones, desde el amado "Tío Bill" hasta sus sobrinas, pasando por el pastor tolerante de los defectos de los demás y consciente de los suyos, al trabajador eclesiástico global
dispuesto a asumir trabajos difíciles y siempre con la integridad de la comunión de la Iglesia en mente.
Afianzando el enfoque del cardenal con el Evangelio de Juan, el arzobispo Wester dijo que consideraba el amor de Jesús como algo tangible, no efímero. "Y es el amor lo que tiene consecuencias en nuestras vidas hoy", dijo el arzobispo Wester.
El Evangelio de Juan es distinto pero no opuesto a una comprensión más institucional y organizativa de la Iglesia, dijo el arzobispo Wester.
El arzobispo Wester agregó que el cardenal Levada era "práctico y auténtico. Si él estaba en la habitación, lo sabías”. Dijo que el cardenal tenía el "don de ver las cosas desde una perspectiva diferente."
Citando a San Francisco de Sales, el arzobispo Wester dijo sobre el cardenal Levada: "No hay nada tan fuerte como la gentileza y nada tan gentil como la verdadera fuerza".
"Nunca se trató de él", dijo el arzobispo Wester. “Siempre se trataba de la Iglesia que tanto amaba. Era un hombre humilde que siempre ponía a los demás primero".
En el resumen escrito de su homilía, el arzobispo Wester dijo que el cardenal "increíblemente, tenía una actitud sin prejuicios hacia todos" y "siempre estaba dispuesto a dar a las personas una segunda oportunidad si demostraban su buena voluntad y deseo de seguir adelante".
El arzobispo Wester señaló la amistad de por vida del cardenal con el difunto arzobispo de San Francisco, George Niederauer. Cuando el joven George se transfirió a la escuela secundaria del sur de California a la que asistía Bill y se sentió a la deriva, Bill dijo: "yo seré tu amigo".
Entre los que asistieron al funeral hubo cuatro cardenales: el arzobispo de Chicago Blaise Cupich, el obispo jubilado Washington, D.C., Donald Wuerl, el arzobispo emérito de Filadelfia, Justin Rigali, y el arzobispo emérito de Los Ángeles Roger Mahony, 24 obispos; clero y religiosos de la arquidiócesis; líderes del Consejo Interreligioso de San Francisco; y el jefe de gabinete de la alcaldesa de San Francisco, London Breed.
También asistieron al funeral las sobrinas del cardenal, Julianne Bancroft y Stephanie Herrera.
El cardenal fue enterrado en el mausoleo de los obispos en el cementerio Holy Cross en Colma.