14 de abril de 2019
Catholic News Service
LAS DELICIAS, El Salvador – A mitad de la pendiente del volcán San Salvador, César Hernández se despierta a las cuatro de la mañana, para salir a las cinco de la casa de su familia en una plantación de café. Camina una hora de la montaña a la comunidad de Las Delicias, donde toma el autobús para otra hora de viaje a San Salvador.
En el camino por la ciudad tiene cuidado con quien habla. No solo los miembros de pandillas están observando todo y a todos, la policía o el ejército con frecuencia vienen por caminos de tierra “en busca de miembros de pandillas”.
Para ellos, cada joven de la comunidad es un presunto pandillero. La violencia, incluido el asesinato es común en comunidades como Las Delicias. Si bien los asesinatos han disminuido del 2015-2016, cuando El Salvador tenía la tasa de homicidios más alta del mundo, las desapariciones aumentaron y la tasa de homicidios sigue entre las peores del mundo.
Hernández hace este largo viaje para llegar a la Universidad Jesuita de Centroamérica, El Salvador, donde estudia ingeniería mecánica.
La familia de Hernández tiene medios económicos muy limitados, pero tiene esta oportunidad en gran parte por el apoyo y una mentoría que ha recibido a través de un programa para jóvenes, desarrollado por el misionero laico Maryknoll Larry Parr.
A veces, cuando es demasiado peligroso para Hernández hacer el largo viaje de regreso a su casa al otro lado del volcán, incluso pasa la noche en la casa de la familia de Parr, cerca de la universidad. Parr ha ha trabajado en Las Delicias durante los últimos 11 años. Junto con miembros de la comunidad y con el apoyo de los Laicos de Maryknoll y una fundación de la comunidad local, ha creado una variedad de programas diseñados para proporcionar espacios seguros y alternativas para que los jóvenes puedan educarse, mantenerse al margen de las pandillas y convertirse en líderes y modelos a seguir para su comunidad.