25 de septiembre 2019
Padre Eugene Hemrick
Catholic News Service
Cada vez que visitábamos familiares, mamá nos advertía: "¡Conoce tu lugar!" y agregaba: "¡No sea presumido, practica la humildad!" San Gregorio Magno y San Agustín consideraron la humildad como la virtud fundamental de la cual dependen todas las demás virtudes. En el libro "Signos sagrados", el padre Romano Guardini nos señala que el lugar supremo donde la humildad debe posar es en nuestros corazones: "Cuando un hombre se siente orgulloso, se para erguido, se estira a toda su altura, echa la cabeza y los hombros hacia atrás y dice con cada parte de su cuerpo, soy más grande y más importante que tú.
"Pero cuando es humilde, siente su pequeñez, baja la cabeza y se encoge en sí mismo. Se humilla... Pero, ¿cuándo nuestra pequeñez viene a nosotros estando en la presencia de Dios? Él es el gran Dios de hoy y de ayer..."Para parecer menos presuntuoso, para ser pequeño y de baja estatura como nos sentimos, entonces nos arrodillamos y así sacrificamos la mitad de nuestra altura, y para satisfacer aún más nuestros corazones, inclinamos la cabeza y así la estatura más baja habla a Dios y le dice: Tú eres mi Dios, yo no soy nada". En pocas palabras, conocemos nuestro lugar, al reconocer que sin Dios no somos nada.
La humildad está en el corazón mismo de la docilidad: una cualidad esencial de la prudencia.
El filósofo Josef Pieper observa en el libro "Las cuatro virtudes cardinales": "Ningún hombre es completamente autosuficiente en materia de prudencia; sin 'docililtas' no hay prudencia perfecta... ('Docilitas') reconoce la verdadera variedad de cosas y situaciones a experimentar y no se enjaula en ninguna presunción de conocimiento engañoso.
"Lo que se quiere decir es la capacidad de tomar consejos, surgidos no de ninguna 'modestia' vaga, sino simplemente del deseo de una comprensión real (que, sin embargo, necesariamente incluye humildad genuina)". En pocas palabras, debemos ser humildes buscadores de la verdad y evitar ser sabelotodo.
Los lemas, "Una nación bajo Dios" y "En Dios confiamos", resuenan en nuestro capitolio de los Estados Unidos, recordándonos que la fe humilde en Dios es la base de ser una gran nación. En pocas palabras, la humildad es conocer el lugar de Dios en nuestro éxito.
HEMRICK escribe para la columna del Servicio Católico de Noticias "El lado humano".