12 de noviembre de 2019
Carlos Ayala Ramírez
Afirma el teólogo Gustavo Gutiérrez que en la Biblia la memoria no dice relación primera, y mucho menos exclusiva con el pasado; apunta más bien a un presente que se proyecta hacia adelante. Apoyado en la idea que san Agustín tiene del tiempo, Gutiérrez precisa “la memoria es el presente del pasado”. Es decir, la evocación de un hecho anterior se hace en la medida en que tiene vigencia en el presente. Recordar es una manifestación de amor, estar cerca de alguien hoy.
Pues bien, el lema escogido para conmemorar el treintaaniversario de los mártires de la UCA: [Ellos y ellas] “Llenan de luz la historia”, nos ponen en
conexión directa con esta manera de entender la memoria. Es necesario mantener vigente, fresco y exigente (“presente”) aquel pasado que merece la pena constituir en tradición. En diferentes sectores del país, prevalece la idea contraria. Se cree que, para avanzar hacia la consecución de un nuevo tipo de
sociedad, hay que “darle vuelta a la página”. Es decir, cortar de tajo con el pasado.
Pero ¿cómo podemos cortar o ignorar el pasado luminoso de hombres y mujeres cuyas vidas se caracterizaron por una entrega radical en favor de los demás? La historia de los mártires de la UCA refleja precisamente eso. De Ellacuría se dice que repensó la universidad desde y para los pueblos crucificados; que puso todo su peso académico, humano y cristiano para combatir la opresión y represión, y para conseguir una paz negociada. De Segundo Montes, sociólogo, fundador del Instituto de Derechos Humanos de la UCA, sabemos que se concentró en el drama de los refugiados dentro del país y, sobre todo de los que tenían que abandonarlo todo huyendo de la represión violenta.
Ignacio Martín Baró, psicólogo social y pionero de la psicología de la liberación, fue fundador del Instituto de Opinión Pública de la UCA, y pastor de comunidades eclesiales de base. Juan Ramón Moreno, profesor de teología, maestro de novicios y maestro del espíritu, acompañante de comunidades religiosas. Amando López, profesor de teología, antiguo rector del Seminario San José de la Montaña y de la UCA de Managua. Joaquín López y López, hombre sencillo y de talante popular; trabajó en el colegio Externado San José, fue el primer secretario general de la UCA y después fundó Fe y Alegría, institución de escuelas populares. El padre Jon Sobrino los ha calificado como verdaderos seguidores de Jesús y jesuitas, es decir, personas
que reprodujeron en forma real, no intencional o devocionalmente, la vida de Jesús. Son mártires por la justicia.
¿Y qué decir de Julia Elba y Celina Ramos, madre e hija martirizadas junto a los sacerdotes? Desde una visión profundamente humana y creyente el padre Sobrino las identifica como mártires del pueblo crucificado, es decir, pertenecientes a esas mayorías que sufren una muerte infligida por la opresión y la represión. Y teológicamente, las identifica con los hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos que cargan con el pecado del mundo que los ha ido aniquilando poco a poco en vida y definitivamente en muerte. Son
el siervo doliente de Yahvé que mueren indefensa, inocente y anónimamente.
Mantener su memoria no solo implica recordar y conmemorar su legado de vida entregada y martirizada. Comprender que ellos “llenan de luz la historia”, es comprometernos a ser propia su causa y su sentido de vida. Es recuperar la esperanza para llevar adelante las actuales preferencias apostólicas universales de la Compañía de Jesús: el fomento de una espiritualidad que transforma; caminar junto a los pobres, los descartados del mundo, los vulnerados en su dignidad; acompañar a los jóvenes en la creación de un
futuro esperanzador; colaborar en el cuidado de la Casa Común. Ignacio Ellacuría, hablaba de buscar otro rumbo histórico que nos aproxime a una civilización que efectivamente “civilice”. Es decir, “un estado universal de cosas en donde está garantizada la satisfacción de las necesidades fundamentales, la libertad de opciones personales y un ámbito de creatividad personal y comunitaria que permita la aparición de nuevas formas de vida y cultura, nuevas relaciones con la naturaleza, con los demás, consigo mismo y con
Dios”.
Michael Czerny, recientemente creado nuevo cardenal, considera que la vida y sacrificio de los mártires de la UCA contribuyeron de forma decisiva para la justicia y la paz en El Salvador. “Su martirio no fue en vano. Ningún mártir en la larga historia de nuestra Iglesia derramó su sangre en vano”, asevera Czerny. Este nuevo cardenal, fue uno de los primeros jesuitas que respondió al llamado de apoyar en la conducción de la UCA, inmediatamente después de la masacre de noviembre en 1989. Fue vicerrector de proyección social y director del Instituto de Derechos Humanos (IDHUCA).
En esta línea de valorar y potenciar el legado de los mártires, son muy indicativas las palabras del papa Francisco cuando aclara que el mártir “no es alguien que quedó relegado en el pasado, una bonita imagen que engalana nuestros templos y que recordamos con cierta nostalgia”. Al contrario, recalca, “el mártir es un hermano, una hermana, que continúa acompañándonos […] que no se desatiende de nuestro peregrinar terreno, de nuestros sufrimientos”. Por eso ellos son “El presente del pasado”, “Llenan de luz la historia”.
Ayala es profesor del Instituto Hispano de Teología de la Universidad Santa Clara, profesor jubilado de la UCA y exdirector de radio YSUCA.