25 de septiembre de 2019
El ofrecimiento de misas por el descanso del alma de los fieles que se han ido, está ligado a nuestra creencia en el purgatorio. Si la persona ha muerto creyendo en Dios, pero con pecados veniales y con dolor por sus pecados, entonces Dios en su divino amor y misericordia purificará aquella alma.
Después de que la purificación haya terminado, el alma tendrá la santidad y pureza que necesita para compartir el cielo. Aunque cada individuo tendrá que pasar por un juicio personal ante el Señor al morir, y deberá rendir cuentas de su vida, la comunión de la Iglesia compartida en esta tierra continúa, con excepción de las almas que han sido condenadas al infierno. El Concilio Vaticano II en el numeral 51 de la Constitución Dogmática de la Iglesia dice: “Este sagrado concilio acepta fielmente la fe venerable de nuestros antecesores en la comunión viviente, la cual existe entre nosotros y nuestros hermanos que se han ido a la gloria del cielo, o quienes están siendo purificados después de su muerte”. Entonces, de la misma manera que aquí en la tierra, oramos los unos por los otros, compartimos las dificultades, y nos ayudamos el uno al otro en el camino de la salvación. Los fieles en la tierra podemos ofrecer oraciones y sacrificios para ayudar a las almas que se han ido a la purificación en el purgatorio después de la muerte, y no hay oración más perfecta que la de ofrecer el sacrificio de la santa misa.
El papa León XIII en su encíclica “Mirae Caritatis”, publicada el 28 de mayo de 1902 se refiere de la siguiente manera a la conexión entre la comunión de los santos y la santa misa.
“La gracia del amor mutuo entre los vivientes, fortalecida e incrementada por la virtud del sacramento, o sacrificio de la eucaristía, fluye en todos los que pertenecen a la comunión de los santos.
La comunión de los santos es algo sencillo…..el compartir mutuo, la ayuda, la expiación, la oración, y los beneficios entre los fieles, aquellos que ya están en la eterna gloria del Padre, los que están purificándose, y aquellos que están en el peregrinar aquí en la tierra. Todos estos forman una sola ciudad, en la cual la cabeza es Cristo, y donde el principio que predomina es el amor”. El Catecismo Católico en el artículo #3, enseña que la santa misa trasciende el tiempo y el espacio, uniendo a los fieles que están en el cielo, en la tierra y en el purgatorio en una comunión santa. Y la santa eucaristía por si misma aumenta nuestra unión con Cristo, borra pecados veniales, y nos preserva del pecado mortal en el futuro.
La práctica de ofrecer misa por los difuntos no es nueva. Desde el comienzo la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido oraciones por la salvación de sus almas, por encima de toda oración está el Sacrificio Eucarístico, ya que por medio de él, la purificación puede ser alcanzada y ellos pueden obtener la bendición de estar frente a Dios.
Desde el Antiguo Testamento se menciona la oración por fieles fallecidos. En el libro segundo de Macabeos hay referencia sobre las oraciones y sacrificios por los soldados judíos que al morir llevaban amuletos paganos prohibidos por la ley. En 2 Macabeo 12:38-45 nos dice: “Suplicaron que el pecado cometido fuera completamente borrado…..mando pues a ofrecer este sacrificio de expiación por los muertos para que quedaran libres de sus pecados”.
También en las inscripciones en las catacumbas romanas, desde el siglo II hay evidencia de esta práctica. Y Tertuliano, quien es Padre apologista de la Iglesia, en el año 211 observaba el aniversario de los difuntos con oraciones.
Más adelante el testimonio de los padres de la Iglesia apoya esta práctica. San Ambrosio en el año 397 predicó, “Los hemos amado durante la vida en esta tierra; no los abandonemos en la muerte, hasta que los hayamos ayudado con nuestras oraciones a entrar en la casa del Señor”.
Y san Juan Crisóstomo (407) dijo: “Ayudémosles y conmemorémosles. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre, ¿por qué vamos a dudar que nuestras ofrendas por los difuntos les traigan algún consuelo? No dudemos ni un momento en ayudarles a aquellos que han muerto y ofrezcamos nuestras oraciones por ellos”.
Por lo tanto, el ofrecimiento de misa y otras oraciones o sacrificios por las intenciones de los fieles que ya han fallecido son buenas y son actos santos, que todo católico debería hacerlo.
ZÚNIGA es diácono de Misión Dolores.